Desde la costa atlántica sa hasta el Mediterráneo español, las industrias marinas están encontrando nuevas formas de convertir sus residuos en tesoros.
En la bahía de Arcachón se practica desde hace siglos la ostricultura, que produce algunos de los mejores moluscos del mundo. Pero el sector se enfrenta a un reto importante: la mayoría de las ostras mueren antes de ser recolectadas, como explica el ostricultor Benjamin Legeron: "Del lote de ostras que clasifiqué ayer, tuve un 50% de mortalidad, lo que ya es considerable. Pero algunos de mis colegas se enfrentan a pérdidas del 80-90%, lo que es realmente enorme".
Esta mortalidad genera miles de toneladas de residuos de conchas al año. En lugar de tratarlos como basura, el comité marisquero regional los recoge y los reutiliza.
"Buscamos nuevas salidas para aumentar continuamente el valor añadido del producto", afirma Matthieu Cabaussel, director del Comité Regional de Marisqueo de Arcachón, Aquitania. "También intentamos desarrollar proyectos innovadores con cadenas de suministro cada vez más locales siempre que sea posible, con una reutilización real a nivel local".
Una aplicación innovadora procede del equipo del profesor David Grégoire, de la Universidad de Pau y Pays de l'Adour. Han desarrollado un hormigón ecológico a base de conchas marinas trituradas en lugar de la arena y la grava tradicionales, combinado con cemento sin clínker que emite un 75% menos de CO₂ que los cementos de construcción convencionales.
"Son fibrosas por naturaleza", explica el profesor Grégoire. "Mientras que el hormigón convencional, cuando se comprime, se hace añicos, aquí tendremos un hormigón que se rompe gradualmente y mantiene su forma tras la rotura. Otra ventaja significativa es que el hormigón es bastante estético. Cuando se pule, se ven las conchas, por lo que se crea un material que representa algo cultivado localmente".
Rompiendo conchas en la orilla del mar
Los visitantes de la duna de arena más alta de Europa, la Dune du Pilat, ya caminan por senderos hechos con este hormigón a base de ostras, obtenido y producido a 20 kilómetros del lugar. La pasarela de 100 metros, que recibe a millones de turistas cada año, es el lugar perfecto para probar la durabilidad del material en condiciones de uso intenso.
"Tenemos un verdadero planteamiento de economía circular al reciclar los residuos producidos en esta región en este emplazamiento, lo que también ayuda a destacar este planteamiento ante el público en general, ya que este lugar es muy popular entre los visitantes", afirma el profesor Grégoire.
El equipo está ampliando ahora sus pruebas a entornos más difíciles. En el histórico puerto de Socoa, en la costa atlántica sa, están experimentando con un mortero bajo en carbono que contiene conchas de ostra procesadas para reforzar los muros de piedra centenarios del puerto.
Desarrollar una mezcla lo bastante resistente para soportar las duras condiciones costeras no es una tarea trivial. "Con la marea alta, el nivel del agua estará por encima de mí, por lo que el material quedará sumergido en dos o tres horas. Debe fraguar durante ese tiempo para resistir la siguiente marea", explica el profesor Grégoire.
También se están desarrollando aplicaciones aún más prometedoras. En la zona intermareal situada detrás del fuerte del siglo XVII de Socoa, los investigadores han colocado docenas de pequeños bloques de hormigón hechos con conchas de ostras para estudiar cómo interactúa la vida marina con estos materiales.
"Si se produce una colonización significativa en estos nuevos hormigones de origen biológico –igual o mejor que en el sustrato natural–, podemos concluir que podría haber una ventaja en el uso de este hormigón". Es como un minilaboratorio al aire libre", dice Elsa Pianelo, estudiante de Biología que trabaja en el proyecto.
Si tienen éxito, estos materiales podrían convertirse en los bloques de construcción de arrecifes artificiales, favoreciendo la biodiversidad marina y ayudando al mismo tiempo a proteger las costas de la erosión y la subida del nivel del mar.
Patrimonio neto
Mientras tanto, en la costa mediterránea española, las viejas redes de pesca cobran una segunda vida gracias a un proyecto financiado con fondos europeos. En Gandía, la empresa Gravity Wave se asocia con pescadores locales para recoger redes desechadas que, de otro modo, acabarían en un vertedero o a la deriva en el mar.
"Es un sector que ha sido muy criticado, así que siempre que te acercas a ellos y les explicas las razones, hay buena disposición por su parte para colaborar y ser parte de la solución", afirma Ignacio Martí, responsable de Recursos y Asuntos Públicos de Gravity Wave.
Estos plásticos marinos duraderos se clasifican y transforman en planchas sólidas que son impermeables, resistentes al sol y notablemente duraderas. Los productos acabados incluyen mesas de oficina de diseño, bancos de calle y asientos de estadio.
"Los clientes quedan realmente cautivados cuando se dan cuenta de que el acabado crea esta conexión con el mar directamente a través de sus colores, como este turquesa o este azul que te transporta directamente al mar", explica María Haro, responsable de la Cadena de Suministro y Economía Circular de Gravity Wave.
Desde las conchas de las ostras hasta las redes de pesca, los investigadores europeos están transformando los residuos de la industria marina en los ladrillos del mañana.