Ante los cortes de electricidad generalizados y la intensificación del cambio climático, ¿podría haber llegado el momento de replantearse el sueño de una superred europea?
La guerra entre Rusia y Ucrania, la aceleración del cambio climático y las continuas tensiones arancelarias con Estados Unidos y China han puesto de manifiesto que Europa se encuentra en una encrucijada energética.
En un intento de aumentar significativamente su independencia energética, la UE ha revelado que añadirá otros 89 gigavatios (GW) de capacidad de energía renovable en 2025. Esto supone un aumento de 10 GW con respecto a 2024, la mayoría de ellos procedentes de nuevos proyectos solares.
Se calcula que esta medida ayudará al bloque a alcanzar sus objetivos climáticos para 2030, que implican reducir las emisiones netas de gases de efecto invernadero en al menos un 55% para finales de esta década, en comparación con los niveles de 1990. Una superred también reduciría la dependencia de la UE de las importaciones de gas.
Sin embargo, sucesos como el reciente apagón en España y Portugal han puesto de manifiesto que el continente puede necesitar una solución energética más estructural. Algunos expertos creen que la respuesta es una superred europea.
Esto significaría crear una red eléctrica transfronteriza de alta tensión, complementada por una infraestructura de red suficiente en todos los niveles de tensión. Una red de este tipo probablemente sería capaz de suministrar electricidad a toda Europa, incluida Turquía, así como a algunas partes del norte de África.
¿Necesita Europa una superred?
Como la demanda de electricidad sigue aumentando cada año, uno de los principales beneficios de una superred europea podría ser la estabilidad energética. Aunque Europa está invirtiendo más en proyectos de energías renovables como la solar y la eólica, no se puede confiar en ellas todo el tiempo.
Los aerogeneradores no pueden generar electricidad cuando deja de soplar el viento, y los es solares también dejan de funcionar por la noche. Por tanto, estas instalaciones no pueden producir un flujo continuo de electricidad.
En otros casos, la producción de electricidad renovable puede superar la demanda, sobre todo en épocas de alta generación eólica y solar. Este excedente no sólo puede debilitar los precios de la electricidad, sino también incitar a los fabricantes a regalar electricidad, en lugar de exportarla o almacenarla.
Michael Ashley Schulman, socio fundador y director de inversiones (CIO) de Running Point Capital Advisors, afirma que "a medida que el continente se inclina más por las renovables, está claro que el viento en el norte, el sol en el sur y la (energía) hidráulica dispersa necesitan una forma de encontrarse en el medio".
"Una superred permitiría que la energía verde fluyera a través de las fronteras de forma eficiente, equilibrando la oferta y la demanda; podría suavizar los altibajos energéticos, reducir los precios, aumentar la resiliencia y ayudar a Europa a abandonar los combustibles fósiles más rápidamente".
Según Hubert de la Grandière, Director General delSuperGrid Institute, en lugar de una única superred, Europa podría necesitar varias, y no necesariamente una de ámbito europeo.
"Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia, entre otros países, ya han planificado varias redes multiterminales de corriente continua de alta tensión (HVDC). Se trata de "pequeñas superredes", explica.
"Como las autopistas en el siglo pasado, una superred surgirá probablemente a través de conexiones progresivas entre varios enlaces HVDC y redes multiterminales, siempre que éstas estén diseñadas para ser escalables o ampliables".
De la Gandière también destaca que las superredes marinas, que son los primeros ejemplos de infraestructura europea emergente de superredes, podrían ser una forma eficaz de ahorrar emisiones de CO2, costes y materiales para la integración significativa de la energía eólica marina.
Alexandros Fakas Kakouris, director de sistemas energéticos y políticas de Renewables Grid Initiative, señala que: "Las redes eléctricas permiten la electrificación, las fuentes de energía renovables (FER) y la integración en el mercado, por lo que son fundamentales para lograr una transición energética oportuna, eficiente en costes y recursos".
"A su vez, esto impulsará la seguridad energética y la competitividad de la UE y permitirá a las sociedades e industrias aprovechar sus múltiples beneficios".
Sin embargo, una superred puede no ser la única solución, y deberá seguir formando parte de una transformación más amplia, en lugar de sustituirla. Así lo explica Therese Guttmann, del Instituto de Economía Ecológica de la Universidad de Economía y Empresa de Viena: "Una superred debe estar al servicio de la integridad ecológica, la equidad social y la democracia energética, no sólo de la eficiencia económica o la escala empresarial. Debe conectar regiones, no concentrar el control".
¿Ha acentuado el cambio climático la necesidad de una superred europea?
El cambio climático, en forma de fenómenos meteorológicos extremos como inundaciones y olas de calor, aumenta considerablemente los riesgos para las infraestructuras energéticas convencionales existentes, al tiempo que acentúa la variabilidad de la energía solar y eólica.
Una superred podría ayudar a mantener la resistencia y la seguridad energéticas diversificando las vías de transmisión de electricidad y conectando distintos países con más fuentes de energía.
Tanto si se trata de una superred como si no, la inversión es muy necesaria. Según la Comisión Europea, se necesitan aproximadamente 584.000 millones de euros de inversión en redes para finales de esta década, con el fin de mantener el rumbo hacia los objetivos de la transición energética.
La Asociación Internacional de la Energía (AIE) también ha afirmado que "la falta de desarrollo de la red, incluida su ampliación, presenta riesgos para la seguridad eléctrica, al tiempo que limita el ritmo y aumenta el coste de la transición limpia".
Kakouris señala: "Debido al aumento previsto de la penetración de las FER, a menudo situadas en zonas remotas, la falta de capacidad suficiente de la red, tanto transfronteriza como dentro de los países, podría convertirse rápidamente en un cuello de botella relevante de la transición energética en muchas zonas y plantear retos operativos." Pero Guttman aconseja prudencia a la hora de construir superredes, a pesar del cambio climático.
"La urgencia no es una licencia para infraestructuras imprudentes. Una superred construida a toda prisa, sin salvaguardias ecológicas y sociales, corre el riesgo de resolver una crisis y agravar otras. Necesitamos sistemas que descarbonicen y descentralicen, que aceleren y sean justos", explica a 'Euronews Green'.
Una superred no puede sustituir a otras soluciones complementarias de distribución de energía, según Doron Shmueli, Director General de MayMaan Research. "Aunque una superred podría ayudar a distribuir mejor las energías renovables en Europa, debe considerarse una solución complementaria, no la única", afirma.
"Una combinación de mejoras de las infraestructuras a gran escala y soluciones energéticas descentralizadas, como la tecnología off-grid existente, es esencial para reducir la dependencia de unas redes sobrecargadas".
¿Qué retos plantea la creación de una superred europea?
Aunque varios Estados de la UE, como Dinamarca, los Países Bajos y Alemania, han intentado desarrollar superredes nacionales, los esfuerzos por construir una superred a escala europea se han ralentizado en los últimos años.
Aparte de la enorme inversión financiera que requeriría, una de las principales razones de esta ralentización es la gran complejidad de los procesos de concesión de permisos en los distintos Estados .
La aplicación ineficaz de la legislación comunitaria y nacional, así como los problemas de coordinación entre las numerosas instituciones y normativas públicas y privadas de la UE, han dificultado la creación de una superred europea. La oposición pública, incluida la de los municipios, también ha contribuido a este problema.
"Unir docenas de redes nacionales no es sólo un proyecto de ingeniería, es un campo de minas político. Todos los países protegen su soberanía energética como si fueran joyas de la corona, y nadie quiere nuevas líneas eléctricas en su patio trasero", dice Schulman.
"Si a esto añadimos los elevadísimos costes, los riesgos de ciberseguridad de un sistema hiperconectado y la maraña normativa, veremos por qué la superred sigue siendo más un sueño de PowerPoint que una realidad. Europa no sólo necesita cables: necesita voluntad política, grandes carteras y la capacidad de pensar más allá de sus propias fronteras".
La asignación de costes en un escenario transfronterizo puede ser un reto, ya que los beneficios pueden verse a menudo lejos de donde hay que hacer las inversiones, lo que puede dar lugar a disputas entre los Estados .
Kakouris insta a pensar a largo plazo. "Lograr la optimización del sistema exige dar prioridad al planteamiento de 'mayor valor' en el momento oportuno, frente al de "menor coste". De lo contrario, una ambición limitada en cuanto al desarrollo de la red eléctrica prolongará, con toda seguridad, la dependencia de los combustibles fósiles", afirma.
Otros retos son establecer interfaces y normas claras a nivel de sistema, para que los convertidores de distintos fabricantes puedan trabajar juntos, así como encontrar suficiente mano de obra y capacidad industrial para sostener la superred.
El reciente apagón en la Península Ibérica también ha suscitado preocupación por la posibilidad de que la superred europea esté demasiado interconectada y, por tanto, sea vulnerable a apagones y ciberataques a gran escala.
"Por un lado, el apagón pone de manifiesto la fragilidad de las redes aisladas y aboga por redes más amplias e interconectadas que puedan apoyarse mutuamente en caso de crisis", considera Schulman. "Por otro, recuerda a todos que la interconexión de decenas de países puede provocar que un fallo localizado se extienda a todo el sistema.
"Una superred ofrecería más resistencia si se hace bien, pero también mayores riesgos si la seguridad, la coordinación y la redundancia no son a prueba de balas". En resumen, el apagón hace que una superred parezca más necesaria, pero también más peligrosa si se hace a medias".
Guttman subraya que una superred no es sólo cuestión de cables. "Se trata de energía, y dirección. Si no se abordan las cuestiones de gobernanza, distribución y legitimidad, los proyectos a gran escala se estancan o encuentran resistencia, por muy "verdes" que pretendan ser", afirma.
"El verdadero reto no es técnico, sino visionario. ¿Podemos construir una red que apoye una transición justa, respete la acción local y se mantenga dentro de los límites ecológicos? Si no, corremos el riesgo de sustituir el bloqueo fósil por una nueva forma de extractivismo ecológico centralizado".