Reino Unido es el primer país europeo que ha alcanzado un compromiso con Estados Unidos. Sin llegar a hablar de ruptura de la solidaridad europea, algunos analistas creen que el acuerdo envía una señal equivocada.
A bombo y platillo, el presidente de Estados Unidos se felicitó el jueves 8 de mayo por el acuerdo comercial alcanzado con el Reino Unido. Donald Trump y el primer ministro británico, Keir Starmer, calificaron el acuerdo como "histórico".
Sin embargo, muchos economistas cuestionan el alcance de este compromiso. Una gran parte de los productos británicos seguirán sujetos a aranceles del 10%, es decir, la tasa impuesta en abril por el mandatario estadounidense. La conclusión de este acuerdo podría formar parte de los debates de la cumbre entre la Unión Europea y el Reino Unido del 19 de mayo en Londres. Esta conciliación podría tensar los lazos entre los dos socios europeos.
"Creo que causará cierta irritación en Bruselas. Y no es que haya un conflicto directo entre la UE y el Reino Unido. No pondrá en peligro la relación entre la UE y el Reino Unido. Pero sienta un mal precedente", afirma Aslak Berg, investigador del Centro para la Reforma Europea.
"Al autorizar el mantenimiento de estos aranceles, refuerza su legitimidad, contraria al derecho internacional", prosigue. Pero el investigador se modera al agregar que esta decisión "no causará daños permanentes a las relaciones entre la Unión Europea y el Reino Unido".
La peculiaridad británica
Aslak Berg señala que el caso de Londres es único. "El Reino Unido se encuentra en una posición diferente a la de la UE en algunos aspectos. El Reino Unido no tiene superávit comercial con EE.UU., y eso es una gran prioridad para la istración Trump".
El investigador también menciona factores más subjetivos. "A Trump le gusta el Reino Unido. Le gusta que le inviten al Palacio de Buckingham. Le gustó la visita de Estado. Y él, Starmer, encontró una manera de hablar con Trump que le permitió llevarse muy bien a nivel personal. Y eso cuenta mucho", sonríe Aslak Berg.
Este acuerdo entre Estados Unidos y el Reino Unido llega en un momento en que la UE amenaza con gravar con impuestos productos estadounidenses importados en sus Estados por valor de 95.000 millones de euros. La Comisión Europea acaba de lanzar una consulta sobre una lista de bienes que podrían estar sujetos a este gravamen adicional. La lista incluye productos alimenticios, equipos de automoción, equipos eléctricos, equipos aeronáuticos y baterías. La Comisión también tiene previsto iniciar un procedimiento ante la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Precisamente desde el punto de vista del derecho internacional, el acuerdo comercial entre Washington y Londres podría plantear dificultades a la UE. "Políticamente, no es necesariamente una muy buena señal", advierte Ignacio García Bercero, investigador del Instituto Bruegel. "Era una cuestión importante para el Reino Unido y la UE, junto con otros países, estar en condiciones de ser los titulares de las normas de la OMC", añade.
Para el investigador, el acuerdo alcanzado entre Washington y Londres es, en definitiva, poco comercial. "No hay duda de que no es un acuerdo de libre comercio. Lo principal que obtuvo el Reino Unido fue un mejor trato en los aranceles sobre el acero, el aluminio y los automóviles. No ha conseguido nada sobre los aranceles del 10%", afirma Ignacio García Bercero.
Los aranceles impuestos por EE.UU. con tipos más elevados eran del 20% en el caso de los productos procedentes de la UE. La medida se ha suspendido de momento, pero los productos generales del bloque se ven afectados por el mínimo universal del 10% y sigue también en vigor el arancel del 25% sobre los vehículos y sus componentes que entren en Estados Unidos desde la UE.