Los nuevos datos revelan cómo están cambiando los hábitos de consumo energético en Europa.
La energía total en la UE, lo que Eurostat denomina energía bruta disponible, cayó un 4,1% en 2023, el equivalente a unos 380 millones de barriles de petróleo, marcando un mínimo histórico.
Las políticas de eficiencia aplicadas desde hace tiempo han reducido el despilfarro en todos los sectores, los inviernos más suaves han disminuido la demanda de calefacción y la escalada de los precios de los combustibles fósiles por la guerra en Ucrania ha impulsado una mayor conservación. En pocas palabras, Europa consigue hacer más con menos.
La UE sigue dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles (67%), pero las energías renovables suministran ya el 19,5% de toda la energía de la UE, un 31% más que en 2013 y a solo un punto porcentual del gas natural.
Países nórdicos como Suecia, Finlandia y Dinamarca lideran la transición verde, con un 40-50% de energías renovables en su mix energético. Polonia y República Checa siguen dependiendo del carbón, donde los combustibles sólidos siguen suministrando aproximadamente un tercio de la demanda.
Importación de energía
La UE sólo produce el 40% de la energía que consume. La producción primaria nacional se ha reducido casi un 20% desde 2013. Casi todo el petróleo (95%) y el gas (90%) debe transportarse por barco o gasoducto.
Esto deja la dependencia energética de la UE en el 58,4%, por debajo del récord de 2022, pero aún superior a la media de la década de 2010. Noruega (no miembro de la UE), Estados Unidos, Argelia, Qatar y un flujo reducido de Rusia siguen siendo los principales proveedores de petróleo y gas.
Evolución del consumo
En cuanto al desglose del consumo de energía, el transporte es el principal consumidor, con un 32% de la demanda. Le siguen los hogares, con un 26,3%, y la industria, con un 24,6%. Los servicios y la agricultura consumen juntos el 9,1% y el 8% restante se destina a fines no energéticos, como materias primas y lubricantes.
El predominio del transporte ha crecido a lo largo de tres décadas gracias, en gran medida, al aumento del número de automóviles en circulación y al auge del sector de la aviación.
La demanda de combustible para el transporte por carretera repuntó entre 2021 y 2023, pero sigue por debajo de su máximo de 2019, y la aviación internacional se mantiene un 8% por debajo de los niveles anteriores a la entrada en vigor del COVID.