El kakapo fue la primera ave silvestre inseminada artificialmente con éxito en 2009, pero ha tardado años en repetir la hazaña.
El querido kakapo de Nueva Zelanda es un ave muy poco común. A veces llamado 'loro búho' o 'loro cara de búho' por su disco facial, este ave de plumaje amarillo verdoso es el loro más pesado del mundo y el único que no puede volar.
Por desgracia, también tiene unos hábitos reproductivos anormalmente improductivos. Uno de cada cinco machos no tiene descendencia y sólo eclosionan dos de cada cinco huevos. Esto ha dificultado que el kakapo se recupere de las bajas cifras que desaparecieron en la década de 1990, abatidas por la caza, la pérdida de hábitat y la llegada de depredadores terrestres invasores como gatos, ratas y hurones a sus refugios isleños.
Según un recuento realizado en 2019, sólo quedaban 142 ejemplares de esta especie, lo que la situaba en "peligro crítico" según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza). Así que los conservacionistas han estado ideando formas de ayudar al icónico kakapo a volver a la normalidad.
Inseminación artificial al rescate
Entre las décadas de 1970 y 1990, todos los kakapo supervivientes fueron trasladados desde las dos últimas poblaciones naturales en Fiordland y en la isla de Rakiura/Stewart a tres islas libres de depredadores.
Pero el ave ha tenido dificultades para reproducirse incluso en esta relativa seguridad. La procreación, que depende de la fructificación episódica de árboles como el rimu, se ve obstaculizada por la baja productividad y los altos niveles de endogamia genética.
"La inseminación artificial es una herramienta importante para abordar estos problemas, ya que ayuda a mejorar la fertilidad y permite preservar una importante diversidad genética de individuos que no se aparean de forma natural", explica Andrew Digby, asesor científico sobre el kakapo, del Departamento de Conservación, y coautor de un nuevo estudio sobre el método.
Sin embargo, la inseminación artificial conlleva sus propios retos. Aunque el equipo Kakapo tuvo éxito por primera vez en 2009 -una primicia mundial para una especie de ave salvaje-, han tenido que pasar otros diez años para repetir la hazaña. Y es que, después de no tener suerte durante la década siguiente, el Departamento de Conservación de Nueva Zelanda llamó a un equipo de expertos en inseminación de loros de Alemania para ayudar en 2019.
¿Cómo funciona la inseminación artificial de kakapo?
Hace seis años, los expertos utilizaron la inseminación artificial para producir cuatro polluelos de tres hembras. Entre ellos había crías de dos machos que antes no habían producido, incluido uno con raros y valiosos genes del ave Fiordland.
Es mucho menos glamuroso que los métodos naturales del kakapo. A diferencia de otros loros, la especie tiene un sistema de apareamiento poligínico 'lek': los machos se reúnen para un ritual de cortejo que consiste en hacer ruidos estruendosos durante toda la noche en sus lugares exclusivos para atraer a las hembras.
Para recoger el semen del kakapo, los investigadores sujetaron al ave macho cubriéndole la cabeza y las alas con una toalla y colocando su mitad superior en la mitad superior de una botella de agua abierta. Los movimientos rítmicos del pulgar y los dedos a modo de 'apretón' sobre el abdomen del ave indujeron la eyaculación en algunos casos. Mientras que la simulación eléctrica mediante una 'sonda multipolar' (patente pendiente en Alemania) hizo el truco en otros.
El macho era recompensado con una nuez y liberado, mientras los investigadores analizaban enseguida la muestra de semen que recogían de la cloaca del ave. Si se consideraba viable, se utilizaba para inseminar artificialmente a las hembras.
Tras otros intentos exitosos en 2022, el equipo Kakapo volverá a utilizar la inseminación artificial en la próxima temporada de cría de 2026. Los expertos esperan que esto ayude a mejorar la fertilidad y a preservar la diversidad genética de los kakapo fundadores (portadores de la única genética que queda de Fiordland, una especie de ave de la familia Spheniscidae, nativa de Nueva Zelanda), que están poco representados en la población, según explica Digby.